Cada un@ es libre de hacer lo que le dé la gana, por norma general, acatando las normas básicas de la sociedad y las impuestas allá donde resida, en el caso de que no sea suya la casa.
Unos hacen mejor uso de esa libertad que otros. Otros no saben convivir en sociedad y acaban perdiendo esa libertad. Existen enfermos mentales a los que antes de darles libertad, deberíamos preguntarnos qué van hacer con ella. ¿Se le puede dar libertad a un pederasta?
A veces el ser humano presenta paradojas.
¿Es normal que a la persona que se le coarta la libertad acabe defendiendo al responsable de dicha limitación? Este hecho se da muy a menudo, tal y como se demostró en un estudio publicado en una revista de la Association for Psychological Science. El estudio concluyó que la gente que dice que su derecho a emigrar se ha limitado presenta una reacción extraña: defienden el Status Quo (el sistema, la política) de su país. (Estudio Psychological Science)
La verdadera libertad nace de la liberación de cualquier atadura con el mundo material. Solo es verdaderamente libre quien no está influenciado por nada ni nadie. Por ejemplo, el dinero coarta la libertad ya que es muy difícil ser libre si hay dinero de por medio.
Libérate de las ataduras del mundo material y serás más libre. Ver vídeo:
Marco filosófico: libertad como proceso y fundamento subjetivo
Desde una perspectiva clásica y contemporánea, la libertad se comprende mejor como proceso abierto más que como un estado alcanzado de una vez y para siempre. Pensadores como Aristóteles distinguieron entre necesidad y azar, limitando el papel de lo fortuito; Agustín defendió el libre albedrío y la responsabilidad; corrientes humanistas reforzaron la idea de capacidad moral de elección; mientras que otras visiones subrayaron la condición limitada de la naturaleza humana.
Ya en clave moderna, se ha descrito la libertad como fundamento subjetivo que no puede imponerse desde fuera, desplegado en una esfera ética donde el sujeto se decide. Al mismo tiempo, se reconoce que ciertas nociones como la culpa o el mal reconfiguran la experiencia de ser libres, abriendo nuevas tensiones entre querer y poder.
También se ha insistido en que el mundo social nos determina: para Spinoza la naturaleza se rige por la necesidad, aunque haya conocimiento intuitivo; para Foucault siempre hay resistencias donde emerge el sujeto; Nietzsche destacó el ímpetu de la voluntad; y Simone Weil contrapuso causas materiales y amor como fuerzas que modelan nuestra vida.
Libertad, poder y autoridad: práctica cotidiana y riesgos de la ilusión

En claves anárquicas, la libertad es apropiación paulatina de la propia vida, una confrontación cotidiana con la autoridad que anida fuera y dentro. Se distingue entre quien aspira a ser libre y quien se cree ya libre: este último corre el riesgo de no ver las múltiples opresiones que lo atraviesan.
Surgen «burbujas seguras» que prometen espacios sin autoridad; pero concebir oasis libres dentro de una dominación generalizada es una ilusión peligrosa. Otra trampa es apelar a la «libertad individual» para justificar irresponsabilidades o romper compromisos adquiridos. La ética anárquica ha valorado históricamente el cumplimiento de la palabra, clave para la confianza y la coherencia colectiva.
Cuando se cree que la libertad es una conquista que hay que custodiar, puede instalarse la inacción frente al poder. Por el contrario, la libertad funciona como motor de confrontación: impulsa a identificar contradicciones, a organizarse con informalidad flexible y a tejer una constelación de individualidades y afinidades orientadas al encuentro y la acción.
Paradojas psicológicas: por qué a veces defendemos el status quo

La psicología ha documentado reacciones paradójicas: cuando alguien percibe que se limita su derecho (por ejemplo, a emigrar), puede activar mecanismos de racionalización y terminar defendiendo el sistema que lo restringe. Este fenómeno, cercano a la disonancia cognitiva, ayuda a entender por qué no siempre pedimos más libertad incluso cuando la deseamos.
Ataduras materiales y cultivo de la autonomía

El vínculo con lo material puede condicionarnos: el dinero, los bienes o el estatus crean dependencias que limitan la agencia. Prácticas como el minimalismo, el discernimiento de deseos y la gestión consciente del consumo fortalecen una autonomía práctica que hace más vivible la libertad.
Libertad y derecho: herencia, legítimas y cambios sociales

En el campo jurídico, la tensión entre libertad de testar y legítimas ha sido intensa. Con el paso de una sociedad agraria a otra urbana y móvil, de patrimonios familiares a patrimonios individuales y dinámicos, los fundamentos tradicionales de las legítimas merecen revisión.
Entre los argumentos clásicos a favor de las legítimas están: 1) evitar la injuria a las expectativas de los parientes cercanos; 2) la idea de patrimonio como bien familiar, expresada a veces como «fideicomiso tácito» o «copropiedad de la familia». Críticas conocidas señalan que el primer argumento no debe prevalecer frente a la libertad personal de disponer, y que el segundo llevaría a vinculaciones perpetuas o a una copropiedad indefinida.
Una posición intermedia reconoce la troncalidad de ciertos bienes para determinar preferencias en la sucesión intestada, sin imponer al testador cargas excesivas cuando dispone voluntariamente. Esta vía equilibra origen de los bienes, autonomía individual y cohesión social.
La libertad se vuelve concreta en la práctica diaria: se afianza con responsabilidad, vínculos confiables y criterios éticos que impidan confundir «hacer lo que quiero» con «hacerme cargo de lo que elijo». Al cultivar ese enfoque, las paradojas disminuyen y el margen real de acción crece.
