La cercanía de las navidades plantea un enigma psicológico. La Navidad son unas fiestas en las que debería predominar la emoción de la alegría. Sin embargo, el esfuerzo extenuante para ser feliz en estas fechas puede resultar agotador. Es difícil ser feliz cuando echas en falta a un ser querido o mientras cenas con ese cuñado al que no tragas.
Los psicólogos nos aconsejan pensar en positivo pero en ocasiones esto puede resultar contraproducente. Es como cuando te dicen que no pienses en un oso blanco. Cuanto más lo intentas, más aparece el oso blanco.
¿Por qué los ciudadanos de los países más económicamente inseguros a menudo reportan un mayor índice de felicidad? No tienen nada que perder, ya han conocido el peor de los escenarios posibles.
Un pionero de la «vía negativa», fue el psicoterapeuta Albert Ellis (murió en el 2007). Él volvió a descubrir una idea clave de los filósofos estoicos de la antigua Grecia y Roma: a veces, la mejor manera de hacer frente a un futuro incierto es centrarte no en el mejor de los casos, sino en el peor.
Para superar el miedo a la vergüenza, Ellis aconsejaba a sus clientes que viajaran en el metro de Nueva York y que dijeran en voz alta los nombres de las estaciones a su paso por ellas. Sus pacientes lo pasaban mal pero descubrían que sus temores eran exagerados: nadie les decía nada, solo recibían miradas extrañas.
Los estoicos practicaban la técnica llamada «la premeditación de los males»: pensaban en cada detalle del peor de los escenarios posible lo cual reducía considerablemente su ansiedad.
La psicóloga Julie Norem estima que alrededor de un tercio de los estadounidenses utiliza instintivamente esta estrategia que ella denomina «pesimismo defensivo». El pensamiento positivo, por el contrario, es el esfuerzo para convencerse de que las cosas van a salir bien, lo que puede reforzar la creencia de que sería absolutamente terrible si las cosas salieran mal.
En las corporaciones estadounidenses, la doctrina más aceptada es la del «culto a la positividad». La importancia de establecer metas grandes y audaces para una organización y los empleados son alentados (u obligados) a fijar metas que sean «inteligentes» : específicas, medibles, alcanzables, relevantes y oportunas.
Sin embargo, esta fijación por los objetivos está empezando a desmoronarse. Durante un estudio que se hizo al respecto, se entrevistó a 45 empresarios de éxito. Casi ninguno realizó planes integrales de negocios o llevó a cabo extensas investigaciones de mercado.
Algunos de ellos sí se imaginaban el peor escenario posible. En lugar de centrarse en la posibilidad de recompensas espectaculares para su empresa, calculaban cuál sería el coste económico de una mala decisión. Si la pérdida potencial era tolerable, tomaban la decisión.
El objetivo de este pensamiento negativo no es provocar emociones alegres o perseguir el éxito. Se trata de ser realista aceptando el hecho de que el futuro es incierto y que esta vida hay sorpresas inevitables, tanto positivas como negativas.
El poder del pensamiento negativo cobra especialmente importancia cuando hablamos de un hecho inevitable de la vida: la muerte. Una de las frases más célebres de Steve Jobs tiene relación con este aspecto:
«Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder.»
Sin embargo, podemos estar tentados a estar de acuerdo con la posición de Woody Allen sobre la muerte:
«Yo estoy muy en contra de ella.»
Creo que es mucho mejor enfrentarla que evitarla. Hay algunos hechos en la vida que ni siquiera el más poderoso pensamiento positivo puede alterar.
Interesante articulo
Buen Articulo