Cuando sentimos las emociones las podemos sentir como positivas o negativas, pero la realidad es que solo las etiquetamos de esta manera para entenderlas, porque ni son positivas ni son negativas. Las emociones son solo eso: emociones. Ellas son nuestra guía para entender mejor nuestro mundo interno y también, el que nos rodea.
Con esto queremos decir que todas las emociones son buenas y necesarias, no hay que catalogarlas como malas o negativas… simplemente existen algunas que son más agradables que otras pero todas ellas, quieren decirnos algo para estar mejor con nosotros mismos y con el entorno.
Reconocer las emociones
Es fundamental reconocer las emociones para poder gestionarlas y expresarlas correctamente, solo de esta manera se podrá encontrar un equilibrio interno que nos haga sentir bien.
Las emociones que se etiquetan como positivas son las que nos hacen sentir bien y las que son negativas, son las que nos hacen sentir malestar. Pero las emociones negativas o las que nos hacen sentir malestar son igual de importantes que las que son positivas o nos hacen sentir bien.
Las emociones más desagradables cuando sabemos gestionarlas bien son fundamentales porque nos ayudarán a protegernos de las agresiones externas y a canalizar esas emociones más intensas que en caso contrario, pueden hacernos “explotar” por no gestionarlas bien.
El enfado, la rabia o la ira nos pueden hacer sentir muy mal, pero también nos ayudan (siempre que estén bien gestionadas) a poner límites con otras personas, situaciones y a defender nuestros derechos personales. Una emoción se vuelve realmente negativa e incluso nociva, cuando se oculta, no se expresa… Porque será entonces cuando realmente se nos enquiste en el corazón e incluso, se desarrollen en el futuro trastornos tan peligrosos como la ansiedad o enfermedades como la depresión.
Por la otra parte, emociones que nos hacen sentir tan bien como el amor, la alegría o la diversión nos encantan y queremos que se repitan a menudo… Mientras que la tristeza o el miedo nos hacen sentirnos mal y creer que hay algo malo en nosotros mismos. Pero en realidad, no hay nada malo… solo son emociones que nos están indicando que tenemos que poner de nuestra parte para sentirnos mejor y fomentar así nuestro crecimiento personal.
Tu cuerpo reacciona a nivel fisiológico ante estas emociones: cuando sentimos enfado, rabia o estrés el corazón se acelera, tenemos ganas de gritar y sacar toda esa adrenalina que tenemos internamente. Cada cuerpo puede reaccionar de distinta forma, lo importante es reconocer esos estados para gestionar la emoción y todo lo que nos provoca a nivel físico y mental.
De esta manera será más fácil evitar tensiones innecesarias y sensaciones que nos provoquen malestar de una manera u otra.
Por qué son positivas o negativas
Como te hemos dicho más arriba, las emociones son positivas o negativas dependiendo de si nos hacen sentir bien o mal. Las positivas provienen de pensamientos y acciones positivas, y las negativas, de acciones y pensamientos negativos.
Aunque no existan realmente positivas o negativas, vamos a hablar de las emociones de esta manera para que te resulte más sencillo entenderlas y así, reconocerlas en ti.
Las emociones positivas más comunes son:
- Serenidad
- Alegría
- Placer
- Amor
- Ternura
- Satisfacción
- Afecto
- Aceptación
- Bienestar
- Diversión
- Entusiasmo
- Esperanza
- Felicidad
- Humor
- Ilusión
- Pasión
- Satisfacción
Por otra parte, nos encontramos el caso contrario, las que denominamos emociones negativas, que son aquellas tales como:
- Miedo
- Tristeza
- Enfado
- Ira
- Angustia
- Pena
- Duelo
- Resentimiento
- Agobio
- Culpa
- Asco
- Ansiedad
- Decepción
- Disgusto
- Desesperación
- Estrés
- Frustración
- Indignación
- Miedo
- Preocupación
- Rabia
- Rencor
- Resentimiento
- Vergüenza
Todas las emociones tanto las positivas como las negativas se contagian a las personas que tienes cerca. Esto significa que si te sientes alegría podrás transmitirlo a las personas de tu alrededor, pero en el caso de que te sientes desesperanzado o muy triste, también se contagia a los demás.
No hay que evitar ninguna emoción, ni las consideradas buenas ni las malas… hay que aceptarlas, identificarlas, comprenderlas y gestionarlas.
Todas las emociones son importantes
Todas las emociones son importantes, todas y cada una de ellas. Por ejemplo el enfado te ayuda a poner límites, el miedo a evitar el peligro, la tristeza a aceptar pérdidas y reflexionar, la ira a gestionar esa adrenalina sobrante en el cuerpo a causa del estrés de forma correcta (como haciendo ejercicio), etc.
Lo mejor que se puede hacer ante una emoción que se siente como intensa es hacerse algunas preguntas: ¿por qué estoy sintiendo esta emoción? ¿Qué quiere decirme? ¿Cómo se manifiesta en mi cuerpo? ¿Qué puedo hacer para estar mejor?
Lo ideal es identificar una intención positiva en cada emoción y gestionarla con rapidez para que al descifrarla podamos actuar en consecuencia. El aprendizaje de la gestión emocional es fundamental para el bienestar personal en la vida, y esto, cuando se hace correctamente tendrá un impacto positivo tanto en la propia persona como en las personas que le rodean.
La expresión emocional tiene, por tanto, un gran impacto en todo esto. Las expresiones emociones pueden tener más o menos intensidad, dependiendo de cómo las sientas de desagradables. Por ello, para encontrar el equilibrio deberás reflexionar sobre esa emoción desde la calma y pensar qué te quiere decir y qué puedes hacer para expresarla.
Por ejemplo, si te sientes enfadado porque tu jefe te ha hablado mal durante toda la mañana y no le has podido decir lo que sientes, puede que al llegar a casa transmitas toda esa frustración hacia tu familia.
Para evitar que esto ocurra, lo mejor es salir a hacer deporte o realizar una actividad que te resulte gratificante. Pensar y reflexionar cómo expresarle a tu jefe el cómo te ha hecho sentir, y si no es posible, escribirlo en un papel para que al menos, toda esa sensación desagradable salga de tu cabeza y no te afecte tanto.
Como has podido comprobar, no hay que reprimir las emociones, hay que entenderlas, saber qué nos quieren decir y expresarlas de manera correcta. El secreto es la gestión emocional para que, incluso aquellas que sentimos intensas y muy desagradables, no lo sean tanto.