Es más que probable que alguna vez en tu vida hayas puesto excusas para no hacer algo que en principio debías hacer. También es más que seguro que alguien te haya puesto alguna excusa en algún momento por lo mismo.
Las excusas son como mentiras piadosas que se dicen, sin mala intención realmente, pero que se puede convertir en un hábito arraigado que te traigan serios problemas en el futuro. Si utilizas demasiado las excusas, las personas comenzarán a no confiar en ti.
Todos tenemos un amigo que siempre llega tarde o uno que se queja de que es demasiado difícil perder peso. ¿Quién no ha oído hablar de esa persona que está tan ocupada que no tiene tiempo para quedar con sus amigos? Realmente, si tu destino está en tus manos, ¿por qué te centras en poner excusas todo el tiempo? ¿Te estás mintiendo para racionalizar tu excusa o realmente crees lo que estás diciendo a los demás?
Cuando pones excusas, literalmente te estás excusando de esa situación. ¿Pero no sería mejor enfrentarse a la realidad y enfrentarla de manera madura? ¿Por qué se prefiere hacer así? Seguramente, si te enfrentas a lo que estás excusando, podrías llevar una mejor vida y más satisfactoria… Entonces, ¿por qué es tan tentador inventar excusas?
Si te liberas de una tarea u objetivo que te parece difícil, el alivio negativo que se siente inmediatamente después refuerza que la excusa que hiciste fue una buena decisión. Esto justificará la excusa y como te sentirás bien cuando la usas, es más que probable que repitas ese comportamiento en el futuro. La forma de detener este refuerzo es entender exactamente lo que realmente estás diciendo cuando pones las excusas y tratar de cambiar ese comportamiento. Para entenderlo, sigue leyendo.
La inercia te supera
Puedes hacer promesas vacías hacia ti mismo todo el tiempo. Cuando comienza un año nuevo muchas personas toman decisiones y después, se ponen excusas para no cumplirlas. Esto ocurre porque si te prometes empezar a hacer ejercicio o comer bien pero no hay un cambio real en ti, cuando comienza la rutina… todo se estanca. Sin darte cuenta la inercia comienza a superarte porque te resulta más cómodo seguir con tus viejas costumbres y te excusas para volver a hacer lo mismo una y otra vez. Aunque si siempre haces lo mismo… ¡nunca tendrás cambios!
Tienes miedo
Hay muchas cosas con las que te puedes asustar cuando se avecina un cambio… y en ocasiones, quizá ni seas consciente sobre qué es lo que te ocurre. Quizá tengas miedo a tus dudas, a los riesgos que deberías tomar por ese cambio… O no saber cuál podría ser el resultado de los esfuerzos por ese cambio.
Debajo de todo eso, está el temor de que puedas fallar, ser rechazado, ser juzgado como débiles por otros, terminar en circunstancias inaceptables o cometer un error. Algunos de nosotros incluso tenemos miedo de que podamos tener éxito, y tenemos que lidiar con la envidia de los demás. ¡Estos son sentimientos incómodos! Así que tomamos una excusa para evitarlos…
No tienes motivación suficiente
¿Qué te motiva más: la zanahoria o el palo? ¿La perspectiva de su recompensa cuando hayas logrado tu cambio con éxito: mayor salud y bienestar, más alegría en el trabajo, una vida mejor? ¿O el temor a las consecuencias negativas si no cambias: aumentar de peso y desarrollar una enfermedad relacionada, estrés en el trabajo o morir de arrepentimiento?
Muchas personas están más motivadas de forma interna y otras, no. Por lo general, el mayor incentivo y motivador para cambiar es el dolor o el estrés de una situación en la que se está en un momento determinado. Hasta que no hayas alcanzado un nivel que sea casi insoportable… te quedarás donde estás y pondrás excusas para no cambiar.
Las consecuencias en tu vida de poner excusas
Vivir una vida llena de excusas puede tener consecuencias nefastas y duraderas. Las excusas no solo te impedirán alcanzar tu máximo potencial, sino que también te impedirán reconocer oportunidades, fortalezas y habilidades que puedas tener para ayudarte a superar los problemas habituales de la vida cotidiana. Si no te desafías a ti mismo para alcanzar nuevas metas, nunca sabrás realmente de lo que eres realmente capaz.
Las nuevas oportunidades se esconden en cada esquina… Sin embargo, nunca las encontrarás si te enredas con excusas interminables. Si persistentemente pones excusas, entonces puedes sucumbir a las siguientes consecuencias:
- Falta de responsabilidad y crecimiento
- Creencias autolimitadas hacia ti mismo
- Arrepentimientos continuos
- Pensamientos habituales de “qué pasaría si…” “Y si…”
- Visión pesimista de la vida
- Mal juicio a la hora de tomar decisiones críticas.
- Paranoias que te impide tomar medidas decisivas
- No saldrás de tu zona de confort
- Bloqueo de tu capacidad proactiva y de creatividad
Estas consecuencias ciertamente no resultan en un estilo de vida muy satisfactorio. De hecho, nos paralizan y evitan el avance en todas las áreas de nuestras vidas. Para superar tus excusas, primero debes admitir que las estás creando en primer lugar. Esto puede, por supuesto, ser difícil. Sin embargo, es totalmente necesario si quieres evitar sucumbir a las consecuencias inevitables. Hazte las siguientes preguntas para reflexionar sobre esta cuestión:
- ¿Qué excusas sueles poner?
- ¿Por qué te conformas?
- ¿Por qué pones las excusas?
- Después, enumera las consecuencias que resultan de poner excusas y pregúntate cosas como:
- ¿Estas excusas me impiden avanzar?
- ¿Cómo las excusas merman tu capacidad para obtener lo que quieres?
Una vez que reflexiones sobre todo esto, te darás cuenta de la importancia de poner de tu parte para que de esta manera, tu vida mejore en lugar de empeorar.
Tipos de excusas habituales
Existen algunas que son bastante habituales y que se suelen poner, ¿te suena alguna de ellas?
- No tengo tiempo
- No puedo, lo siento
- No tengo dinero para hacer eso
- Soy demasiado viejo (o demasiado joven)
- No sé cómo se hace, no te puedo ayudar
- Soy así y no puedo cambiar
- ¿Y si me equivoco? Prefiero no intentarlo
- Ahora no es el momento adecuado
- Es mejor esperar
- No voy a arriesgarme porque no va a funcionar
- Simplemente no soy lo suficientemente bueno
- No eres tu, soy yo
- Lo haré después