¿Te acuerdas de los días de interminable juego con tus amigos? La infancia es una etapa maravillosa en la que la curiosidad, la imaginación y la espontaneidad reinan. Pero, ¿qué ocurre cuando nos convertimos en adultos? Este artículo profundiza en la fascinante diferencia entre niños y adultos, desde sus comportamientos hasta su forma de comprender el mundo.
El mundo desde la perspectiva de un niño
Los niños ven el mundo con ojos llenos de asombro y misterio. Para ellos, todo es nuevo y emocionante. Si observas a un grupo de niños jugando en un parque, notarás cómo corren, saltan y ríen con total libertad, persiguiendo mariposas o inventando juegos, sin preocuparse por el tiempo. Esta energía, casi mágica, proviene de su enfoque en el presente, un rasgo que suele desvanecerse en la adultez.
Una cita que resume esta idea es de Tom Wargo: «Envejecer es obligatorio, crecer es opcional«. Los niños nos enseñan a vivir plenamente, a experimentar cada momento sin juicios ni preocupaciones sobre lo que otros piensen.
Comportamientos y hábitos: Niños vs. Adultos
Una de las grandes diferencias entre niños y adultos radica en cómo gestionan su energía y sus emociones:
- Energía incontenible: Los niños no limitan su energía, simplemente la dejan fluir. Esta libertad energética les permite disfrutar plenamente y, a su vez, descansar profundamente, lo que les proporciona un estado de salud física y mental óptimo.
- Interacciones sociales: En comparación, los adultos suelen preocuparse por cómo sus acciones y palabras son percibidas por los demás, lo que puede limitar su espontaneidad y generar tensiones internas.
- Relación con el sueño: Los niños duermen profunda y naturalmente, gracias a que llevan vidas activas y saludables. En cambio, los adultos, agobiados por el estrés y el consumo de sustancias como el café, tienden a tener un sueño más ligero y menos reparador.
La clave para recapturar esa sensación de libertad y vitalidad radica en adoptar algunos hábitos infantiles. Imitar su dieta equilibrada y su enfoque activo en la vida puede tener un impacto positivo en nuestra salud física y mental. También es esencial dejar de lado la preocupación por cómo nuestras acciones son vistas por otros.
La evolución del cerebro: Diferencias cognitivas
El cerebro infantil está en constante desarrollo, lo que lo hace más dinámico y moldeable que el cerebro adulto. A esto se le denomina plasticidad cerebral, una capacidad que disminuye con la edad pero que nunca desaparece por completo.
- Curiosidad innata: Los niños exploran el mundo a través del juego y la experimentación, mientras que los adultos tienden a guiarse más por la lógica y la experiencia adquirida.
- Impulsividad: Los niños no tienen filtros racionales completamente desarrollados, lo que los hace más impulsivos. En los adultos, la madurez cerebral les permite una mayor autorregulación emocional.
- Tiempo de atención: Los niños tienen una menor capacidad para mantener la atención sostenida debido a que su corteza prefrontal aún se está desarrollando. Esto explica su tendencia a moverse constantemente y su dificultad para concentrarse durante períodos prolongados.
Esta neuroplasticidad también implica que los niños pueden recuperarse más fácilmente de lesiones cerebrales, aunque su cerebro sea más vulnerable a alteraciones globales debido a la falta de estabilización de las funciones cognitivas.
Lecciones de los niños para los adultos
Los niños nos enseñan lecciones valiosas que pueden mejorar nuestra calidad de vida como adultos:
- Vuelve a lo básico: Los niños encuentran alegría en las cosas más simples. Jugar al aire libre, cantar o bailar son actividades que no requieren tecnología ni gastos, y aún así generan felicidad.
- Cultiva la creatividad: La imaginación infantil no tiene límites. Los adultos pueden beneficiarse al incorporar actividades creativas como la pintura, la música o la escritura en su día a día.
- Despréndete del juicio social: Los niños rara vez se preocupan por la opinión de los demás. Este enfoque libre puede ayudarnos a eliminar tensiones innecesarias y a disfrutar más de la vida.
Además, es fundamental fomentar relaciones intergeneracionales. Estas conexiones no solo enriquecen nuestras vidas, sino que también nos permiten ver el mundo desde nuevas perspectivas y fortalecer los lazos emocionales.
La infancia y la adultez no son estados completamente opuestos. Son más bien diferentes formas de interactuar con la vida. Al integrar algunos de los hábitos y perspectivas de los niños en nuestra rutina diaria, podemos sentirnos más plenos, vitales y en paz con nosotros mismos.
Breve artículo pero interesante. De hecho, yo con 39 años he vuelto a estudiar y siento que ni rindo ni retengo como antes. Dándole muchas vueltas a la cabeza pensé precisamente en hacer cosas de las que aquí se comentan; vida más sana, mejor alimentación y deporte para ver si afecta positivamente a mi rendimiento.
Saludos.
nunca voy a superar mis miedos