La envidia: un tema tabú

Basta con leer la palabra para evocar una sensación desagradable y casi de rechazo en nosotros. La envidia es tratada como un tema tabú, a pesar de que esté presente en todos nosotros -en mayor o menor medida-, y en todas las sociedades. Es más, a penas existen investigaciones acerca de este tema.

La envida y los celos han sido frecuentemente utilizados indistintamente pero existe una clara diferencia entre estos dos conceptos. La envidia se describe como el deseo de adquirir algo que otra persona posee mientras que los celos se traducen como miedo a perder algo que ya poseemos. Ambas emociones implican una diada (es decir a dos personas) cuya relación está mediada por un objeto de deseo. Se puede tratar de un bien material, del aspecto físico de otra persona, su éxito profesional o de algo intangible como el amor o el afecto de alguien. El caso es que cuando una persona poseedora de un bien valioso (material o no) se percata de la envidia y la consecuente amenaza que le rodea, puede experimentar celos al sentirse vulnerable. Schoek afirma que “la envidia es una emoción dirigida; sin un objetivo, sin una víctima, no puede ocurrir” (1969). Una persona celosa en cambio, no es celosa de la persona vista como una amenaza, sino que siente celos por lo que posee porque teme perderlo. Luego, una persona puede sentir envidia y celos a la vez. También puede ser que la envidia sea imaginada y la persona experimente celos completamente infundados. En estos casos, hay que explorar de dónde viene ese miedo irracional a la pérdida o abandono.

La envidia es vista, al menos subconscientemente, como una emoción particularmente peligrosa y destructiva. El hombre teme tanto las consecuencias de la envidia de otros como de su propia envidia. Incluso en los casos en los que admitimos tener envidia de alguien, es común aclararle a nuestro interlocutor “pero envidia sana eh!”. Para algunas personas hasta es incómodo recibir cumplidos –aunque sean bien intencionados- por la posible connotación de envidia que puedan suponer. De hecho en muchas culturas se han desplegado rituales simbólicos para intentar contrarrestar o neutralizar ese miedo y lo que se conoce como el “mal de ojo”. En las bodas también, cuando la novia recién casada tira el ramo de flores a sus amigas solteras, se trata de un acto simbólico originalmente destinado a apaciguar la envidia.

A pesar de su indudable presencia en nuestro día a día, en general somos bastante reacios a admitir y hablar abiertamente de la envidia. Además puede sonar muy creído decir que alguien nos envidia. Y cuando se trata de familiares o amigos, más difícil aún de ver. Somos capaces de admitir sentimientos de culpa, vergüenza, orgullo, avaricia e incluso enfado o rabia pero es casi imposible -al menos en las sociedades occidentales- reconocer la envidia.

Esto se explica por el hecho de que la envidia implica que nos comparemos con otros. Y reconocer la envidia significa reconocer su inferioridad con respecto a esta otra persona. De hecho, más que la envidia en sí, lo que resulta tan difícil de aceptar es la sensación de inferioridad. Cuando la inferioridad es percibida como debida a factores externos fuera de nuestro control (“la mala suerte” por ejemplo), todavía es soportable, pero cuando se trata de asumir una carencia en nuestras competencias, el impacto es devastador ya que daña nuestra autoimagen. Y pocas sensaciones son tan destructivas para nuestro ego como la envidia ya que contrariamente al enfado u otras emociones, no hay justificación socialmente aceptable para esta emoción. Para no tener que lidiar con tal sufrimiento, el ser humano por lo tanto ha aprendido a negar la envidia a través de racionalizaciones de tipo: “es que no me cae bien”, “de todas formas consiguió este trabajo por enchufe”, “no me gusta su forma de vestirse, de reírse, de caminar…”, y así una lista infinita. Con esto no quiero decir que porque nos caiga mal alguien, sea siempre por envidia. Es evidente que no nos podemos llevar igual de bien con todo el mundo pero lo que sí me parece importante es que, cuando sintamos irritación y/o rechazo hacia alguien sin ningún motivo aparente, sepamos preguntarnos de dónde proviene tal reacción emocional. ¿Me recuerda esta persona a alguien que se burlaba de mi en mi infancia? ¿Siento envidia por algo que tiene? ¿Por qué suscita en mi tanta carga emocional? Porque como es sabido, en el otro extremo opuesto al amor (a aprecio) está la indiferencia, no el odio…

Desde que somos pequeños se nos ha transmitido la idea de que la envidia es mala y que es vergonzoso sentirla.           Por eso tendemos a disfrazarla y a negarla. Y en general, creemos genuinamente que no somos envidiosos. Cuando se nos acusa de ello, tendemos a responder de forma vociferante y defensiva, negando rotundamente esta posibilidad.

Por otra parte, la sociedad, a la vez que condena la envidia, también la fomenta. La división de la sociedad en estratos sociales es la fuente de mucho resentimiento entre las clases más humildes (y con razón). Sin embargo, paradójicamente, cuanto más marcadas y visibles sean las diferencias socioeconómicas (como es el caso de México por ejemplo), menor será la esperanza de competir ya que se verá como algo demasiado lejano como para poder desearlo. En cambio, se tenderá a idealizar a las clases más altas, sin dejar de sentir un profundo resentimiento hacia ellos. Cuanta mayor igualdad con otra persona (tener edades similares, trabajar en el mismo sector, formar parte del mismo grupo de amigos, etc.), más proclives seremos a la rivalidad. Es decir es más probable que sintamos envidia hacia un compañero de trabajo que hacia nuestro jefe por ejemplo.

La publicidad también juega un papel crucial en la incitación de la envidia puesto que intenta persuadir a los consumidores de que les falta algo para ser más completos o más felices, y que si no llegan a poseer tal cosa, no estarán “a la altura” en comparación con otras personas que si gocen de tal producto o servicio.

La envidia puede ser un estimulante para esforzarnos en alcanzar algo deseable, ser más productivos o mejorar en algún ámbito. Nos empuja a superarnos. Sin embargo, cuando una persona está constantemente comparándose con otros y no llega a alcanzar dichas metas, tal frustración a veces puede llegar a ser peligrosa. El error esta en focalizarse demasiado en los demás y no suficientemente en su propia singularidad y recursos (que por cierto todos, sin ninguna excepción, tenemos). La persona, al no tener un “yo” suficientemente integrado o un “yo” demasiado frágil, se olvida de si mismo en el proceso y se obsesiona por llegar a ser alguien que nunca será. Esta intensa decepción puede llevarle a querer privar a la persona envidiada del objeto de deseo a través de agresiones indirectas o directas porque verá el éxito del otro como a expensas del suyo.

La envidia se puede expresar de forma abierta pero puesto que está mal vista, es más común que aparezca de manera encubierta. Los cotilleos, las críticas o la difamación por ejemplo, muchas veces esconden una fuerte envidia detrás ya que son un instrumento potente para disuadir o frenar a aquellas personas que “vuelen demasiado alto“. Son en definitiva, formas de control. También, mostrar poco interés, apoyo o reconocimiento cuando a una persona cercana (familiares, amigos, etc.) le va bien en alguna esfera de su vida puede –aunque no siempre- denotar cierta envidia. Algunos comentarios aparentemente insignificantes también pueden reflejar un tono envidioso (a menudo en lo no verbal). Por otra parte, el hecho de no abordar ciertos temas que se sabe son de gran significado para la otra persona también pueden ser indicios de envidia. “Los buenos amigos se reconocen no sólo en los malos momentos, pero también cuando las cosas nos van bien.”

En forma más extrema está el mobbing. En estos casos ocurre a menudo que la persona envidiosa sea descrita como muy amigable por la mayoría de la gente y sin embargo, muestre una hostilidad tremenda hacia una persona en concreto: la persona envidiada. Generalmente la agresión es muy sutil y a penas perceptible por los demás ya que se caracteriza principalmente por ataques no verbales (y por lo tanto difíciles de demostrar) como rechazar la comunicación directa (ignorar), aislar a la persona, lanzar miradas desagradables, hacer comentarios indirectos dirigidos a hacer daño, etc. La persona envidiosa se empeñará en recordarle a la persona envidiada sus errores y su imperfección (ya que la ve como perfecta), hará bromas mal intencionadas que suenan más a burlas, etc.

Los individuos que no se sienten satisfechos con sus vida (o un aspecto de ella) y con baja autoestima, suelen ser los más propensos a sentir envidia. Siempre se empieza por uno mismo. ¿Cómo vas a poder alegrarte por otro si tú mismo no eres feliz?, ¿Cómo te va a importar otra persona si no te das ningún valor?

Para concluir este artículo, me gustaría recalcar la importancia de reconocer la envidia en nosotros mismos y en los demás, ya que es mucho mas dañina cuando no la entendemos o detectamos. El hecho de saber que proviene de la inseguridad nos ayuda a ser más empáticos (con los demás y con nosotros mismos) y además nos afectará menos. Si se trata de una persona que realmente nos importa, hablar abiertamente de ello y “poner las cartas sobre las mesa” es lo más recomendable, por más incómodo que resulte. A menudo no somos conscientes de nuestra propia envidia o bien nos sentimos tan culpables por sentirla que automáticamente la negamos. La envidia en sí no es nefasta ya que es parte de la naturaleza humana, es lo que hacemos con ella lo que determinará su cualidad. En cambio, si no existe ningún vinculo afectivo con esta persona, es mejor protegerse y si es posible, alejarse de tales malas vibraciones.

¡Sé que se trata de un tema espinoso, pero os invito a compartir vuestras experiencias y destapar tapujos! ¿Sois conscientes de vuestra propia envidia? ¿Cómo manejáis vuestra envidia y la de los demás? ¿Qué pensáis que hay que hacer en estos casos?

por Jasmine Murga

Este artículo ha sido inspirado del articulo “The Anatomy of Envy : A Study in Symbolic Behavior” de George M. Foster (1972).


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  1.   Briggi Lunguieki dijo

    Hola Jasmine,

    quisiera compartir mi experiencia de envidia contigo de cual estoy (o mejor dicho estuve) conciente.
    Se trata de una muy buena amiga y compañera de estudios. En el primer año de estudios me resultó muy difícil no tener envidia hacia ella. La tenía. Siempre tenía notas más altas que yo, siempre. No si solamente por conocimiento o también por suerte. Siempre. Por un lado, me molestaba mucho y justo como lo describes empecé a sentirme inferior a ella. Pero por otro lado, tenía otro conflicto: es una buena amiga. Entonces, ¿Hay que alegrarse por ella, no? Ya como mencionas tú: «Los buenos amigos no solo se reconocen en los malos momentos, pero también cuando las cosas nos van bien.»
    Así que un día decidí compartir mis pensamientos con ella. Desde este momento de lo que rídiculo fue tener envidia hacia ella. Las dos estamos rodeadas de circunstancias de la vida diferentes y según ellas depende mucho cuánto podemos esforzarnos a la hora de estudiar. Hay que ver lo que uno a conseguido a pesar de las circunstancias de la vida que le complicaron la vida. Porque hasta que uno no deja de compararse con los demás no podrá ver lo grande que son los propios logros. Uno no puede caminar en la vida comparándose con los demás sin tener en cuenta las diferentes circunstancias de la vida que llevan a un cierto logro (o no). Al hablar con mi amiga comprendí esto y ahora estoy mucho más tranquila. Nuestra amistad no cambió. Y, actualmente, cuándo se nos entregan trabajos o exámenes y ella tiene mejores resultados, la felicito y de verdad me alegro por ella.
    Pero de vez en cuando….me pincha un poquito, tampoco voy a mentir. ¿Cómo puedo manejar esto?

    ¡Gracias por el artículo! La envidia, sobre todo entre amigos, se debería hablar y discutir más a menudo.

    Un saludo desde Lima

    1.    Jasmine Murga dijo

      Hola Briggi. Muchas gracias por compartir una experiencia tan íntima. Me parece muy valiente y generoso por tu parte. Además, el hecho mismo de que hables tan abierta y genuinamente de ello denota no solamente tu desarrollada capacidad de introspección y autocuestionamiento sino también mucha integridad por tu parte. Todos sin excepción experimentamos envidia, es intrinseca a nuestra naturaleza humana (es un motor que nos empuja a querer superarnos), pero lo que diferencia una envidia sana de una envida perjudicial (y hasta destructiva a veces) es precisamente esa capacidad para reconocerla en nosotros. Porque en la mayoría de los casos tendemos a negar las partes de nosotros que no nos gustan y esa negación, al no ser expresada o liberada, nos envenena. La manera en la que hiciste frente a esta emoción, ampliando tu visión a las circunstancias muy diferentes que os rodeaban a ti y a tu amiga, es ejemplar. El que te siga «pinchando» un poco cuando ella saca mejores notas, es totalmente normal. Lo importante es hacer consciente esa sensación en tu mente y en tu cuerpo. No es necesario pero si hay la suficiente confianza y lo sientes, incluso se lo puedes decir en forma de broma y con cariño «Jo, te odio!! Cómo lo haces??» (O como te salga). Las bromas son una forma efectiva de dar salida y canalizar nuestras emociones.

      Gracias de nuevo Briggi por tu aportación!

      Muchos saludos,

      Jasmine

  2.   Yai dijo

    Yo no sentia antes envidia por nada ni nadie.Tuve una buena niñez,viviamos bien en una gran casa,no era una niña fea y eramos ina familia idilica.Ahora soy adulta tengo una familia.Pero siento envidias.Aunque nunca cambiaria a mi familia ni a mi hija siento envidia por cierta genre.Rn concreto por una madre del cole de mi hija.Es algo presumida porque rlla,por el contrario,tuvo una niñez peor,fue patito feo,bullyng…pero ahora tiene in buen trabajo y un chalet.Y encima habla constantemnte de lo que tiene:tablets,piscina…y yo vivo en un piso,q esta muy bien pero me molrstan las comparaciones.Yo tengo estudios universitarios y soy ama de casa porque no he tenido suerte

    1.    Yai dijo

      Ah para terminar esa madre es la unica q conozco xq soy nueva en la ciudad y no es mala gente y su hija y la mia son las mjores amigas y coincidimos mucho pero no puedo evitar sentirme mal cuando empieza su retahila o cuando me enseña su chalet.Siempre pienso q tengo mucho con mi familia q es la mjor del mundo y ella la veo mal co su marido q ni habla y es un soso pero aun asi…todo empezò cuando falleciò mi hermana y empecê a sentirme desafortunada