El enfado es considerado por la gran mayoría de la gente como una emoción negativa, descontrolada, y poco civilizada. Y no es de extrañar. El enfado puede hacer mucho daño a las personas a las que va dirigido así como a la persona que lo experimenta.
Sigmund Freud, en su libro “El malestar en la cultura”, denomina esta emoción “Thanatos” o pulsión de muerte. De ahí que su mala reputación nos lleve a menudo a querer suprimirla, callarla, negarla o disfrazarla cuando se presenta. En algunas familias su expresión es peor vista que en otras. De hecho, es interesante reflexionar sobre cómo se ha manejado el enfado (o de forma general, cualquier emoción negativa) en nuestra familia de origen – si era una emoción de la que se podía hablar o al contrario, no era bienvenida en absoluto – para entender el significado que le atribuimos. Muchas personas viven el enfado del otro como un ataque personal, como un rechazo. Nos evoca heridas narcisistas del pasado. Sin embargo, ocultar o reprimir su existencia frena nuestro crecimiento personal, nos deja un sabor amargo en nuestras relaciones y además es perjudicial para la salud. Es importante dar salida a lo que ocurre dentro de nosotros porque lo que las palabras no expresan, lo acaba expresando el cuerpo, a través de dolencias físicas por ejemplo. El cuerpo es mucho más sabio de lo que pensamos pero desafortunadamente se nos ha educado a no prestarle demasiada atención.
Así, como cualquier otra emoción, el enfado tiene una función y puede ser utilizada con fines benéficos.
Algunos de los beneficios destacado en un artículo publicado en http://www.spring.org.uk por Jeremy Dean son los siguientes:
- El enfado actúa como una fuerza motivadora
El enfado nos empuja hacia nuestras metas y nos ayuda a superar con más determinación los problemas o barreras que nos aparecen en el camino. Por lo tanto, cuando es utilizado de forma adecuada, el enfado nos hace sentir más poderosos y nos motiva más vehemente a conseguir lo que nos proponemos o queremos.
- El enfado puede beneficiar las relaciones
El enfado es una reacción natural y es una forma de comunicar un sentimiento de injusticia. La sociedad nos ha convencido de que el enfado es peligroso y que es preferible esconderlo. Sin embargo, un estudio realizado por Baumeister et al. (1990) revela que no comunicar nuestro enfado en nuestras relaciones cercanas incrementa los malentendidos puesto que la otra persona no sabe lo que ha hecho mal. Al privarle de una oportunidad para reparar o corregir sus errores, es probable que la otra persona los vuelva a repetir. Por lo tanto, el enfado es positivo cuando se orienta hacia el deseo de encontrar una solución y fortalecer la relación, no cuando se manifiesta solamente como un modo de descargar su rabia o en forma de orgullo.
- El enfado puede ser un factor de cambio
Si aprendemos a detectar más conscientemente las primeras señales de enfado en nosotros y lo que desencadena esa reacción (aunque parezca que si, muchas veces ni lo tenemos claro), nuestra capacidad de introspección se verá mejorada. Esta mayor concienciación es más eficaz cuando también prestamos atención a lo que sucede en nuestro cuerpo. El resultado se traducirá en un incremento de nuestra motivación para el cambio.
- El enfado reduce la violencia
Aunque a menudo el enfado precede la violencia física, también puede servir para reducirla. Es como un mediador, un instrumento que nos permite expresar sentimientos de injusticia o la necesidad de resolver una situación sin saltar directamente a la violencia.
El enfado se experimenta como una de las emociones más difíciles de controlar, por lo que hay que tener cuidado. Pero quizás sea precisamente esa represión que ejercemos sobre ella la que nos hace más proclives a reaccionar de forma descontrolada.
por Jasmine Murga