La Sociedad Española de Neurología (SEN) ha puesto el foco en el auge de los productos “milagro” para dormir, recordando que el insomnio es un trastorno médico complejo que exige evaluación y tratamiento especializados.
Optar por soluciones sin aval científico supone un gasto y, lo que es peor, puede agravar los síntomas y favorecer su cronificación al retrasar la consulta con profesionales capacitados.
Qué está pasando con el insomnio en España
El insomnio se define por la dificultad para conciliar o mantener el sueño, o por despertares tempranos pese a disponer de tiempo suficiente para dormir, y requiere además repercusión diurna (cansancio, malestar o bajo rendimiento).
Según la SEN, hasta un 15% de la población adulta padece insomnio crónico, mientras que alrededor de un 35% presenta episodios agudos vinculados a estrés, enfermedad o cambios vitales.
Más allá de las noches en vela, el problema impacta en el día a día con problemas de concentración, apatía, irritabilidad y mayor riesgo de accidentes, y se asocia a otras patologías como depresión, ansiedad, hipertensión o diabetes.
Conviene distinguir que el insomnio crónico persiste más de tres meses con una frecuencia de al menos tres noches por semana; lo ocasional, por sí solo, no basta para el diagnóstico.
El negocio de los remedios sin pruebas
Los neurólogos advierten de una oferta creciente que abarca desde suplementos “naturales”, aerosoles e infusiones hasta almohadas especiales, antifaces con tecnología, aplicaciones, dispositivos electrónicos, gafas con filtro de luz, lámparas de colores o retiros de fin de semana.
La evidencia disponible indica que ninguno de estos productos ha demostrado eficacia clínica para tratar el insomnio, pese al potente marketing que los rodea.
Solo en farmacias, la venta de soluciones para dormir sin receta superó en 2022 los 130 millones de euros en España, un volumen que contrasta con la falta de resultados sostenibles.
La recomendación de la SEN es clara: desconfiar de promesas tajantes y modas sin respaldo científico, y no sustituir la evaluación médica por gadgets o suplementos.
Qué no funciona y por qué
Los especialistas enumeran como opciones sin eficacia probada una larga lista de soluciones comerciales que no cambian el curso del trastorno.
- Suplementos y pastillas “naturales” que prometen dormir rápido.
- Aerosoles e infusiones con reclamos amplios.
- Almohadas especiales y antifaces con tecnología incorporada.
- Apps de meditación y gadgets que miden el sueño sin tratar sus causas.
- Gafas con filtros de luz y lámparas de colores.
- Retiros exprés que aseguran “curar” el insomnio.
En ausencia de un diagnóstico y un plan terapéutico, estas opciones pueden generar frustración, demorar la atención adecuada y complicar la evolución.
Qué tratamientos recomiendan los neurólogos
Una vez valorado el caso e identificado qué hay detrás del problema, la terapia cognitivo-conductual (TCC) es el abordaje de primera elección para el insomnio.
La TCC va mucho más allá de la “higiene del sueño”: exige evaluación individualizada, adaptación a hábitos y creencias del paciente y pautas específicas para restablecer el patrón de sueño.
Los profesionales reconocen que el acceso a esta terapia aún es insuficiente para la demanda existente, y abogan por ampliar su disponibilidad.
En algunos casos se valora apoyo farmacológico, siempre bajo supervisión médica y con una estrategia temporal y controlada.
Cómo se evalúa correctamente el problema
La atención clínica arranca con una historia detallada para identificar factores desencadenantes, hábitos, enfermedades asociadas y tratamientos en curso.
Es fundamental descartar otras patologías del sueño que pueden confundirse con insomnio, como apnea del sueño, síndrome de piernas inquietas o trastornos del ritmo circadiano.
Con un diagnóstico preciso se diseñan medidas personalizadas, se establecen expectativas realistas y se reduce el riesgo de mantener el problema en el tiempo.
La llamada de la SEN es a buscar ayuda cualificada y evitar atajos que, por muy atractivos que suenen, no han demostrado beneficio clínico.
La fotografía general es clara: frente al aumento de ofertas sin base científica, la solución pasa por abordajes validados, evaluación individual y soporte profesional que priorice la seguridad del paciente y mejore su calidad de vida.
