La música es un fenómeno universal que no conoce fronteras geográficas ni culturales y cuya diversidad creativa es prácticamente infinita. Además, posee una capacidad evocadora tremenda.
La música, a pesar de su carácter relativamente abstracto e intangible, tiene el poder de transformar un momento o incluso un día ordinario en algo mágico. Puede servirnos de consuelo, procurarnos alivio, validar o intensificar emociones, regular nuestro estado de ánimo, reducir la ansiedad y el estrés y hasta mejorar nuestra aptitudes verbales. Incluso ha demostrado ser una herramienta eficaz para la rehabilitación en pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular, para la epilepsia, la presión arterial, las enfermedades cardiovasculares y más.
¿Pero cómo es posible que la experiencia musical trascienda de forma tan distintiva otras experiences sensoriales y tenga un efecto tan conmovedor en la mayoría de la gente?
Aunque existan diferencias interindividuales en el grado de intensidad emocional experimentado, la apreciación de la música estaría ligada por un lado a la habilidad para procesar su estructura latente y por otro lado, a la habilidad para prever lo que va a ocurrir en la canción. No obstante, para que se de una reacción emocional, la estructura latente de una canción debe contener también cierto grado de sorpresa. Un autor-compositor talentoso por ejemplo se distingue por su capacidad para manipular ingeniosamente las expectativas de su audiencia, cumpliéndolas en algunos casos e incumpliéndolas en otros casos. Cuando se logra hacer esto con sutileza es cuando se nos pone la piel de gallina.
Daniel Levitin, un neuroscientífico y compositor americano, explica que el hecho de que diferentes partes del cerebro estén conectadas durante el procesamiento de la música hace que se viva este fenómeno como una experiencia sinestésica. Es decir, se da una asimilación conjunta de varios tipos de sensaciones provenientes de diferentes sentidos a la vez. Algo parecido a lo que ocurre cuando somos bebes. En efecto, no es hasta una edad más avanzada que empezamos a distinguir entre diferentes sentidos. El alcance de dicha conexión varía entre individuos y explica que unas personas sientan la música con más pasión que otras. Asimismo, las personas con mayor apertura hacia experiencias nuevas otorgan a la música más importancia.
¿Y qué ocurre a nivel cerebral?
El ritmo se procesa primero en el cerebelo. Después, el procesamiento de la música pasa por la amígdala donde adquiere el componente emocional. Y finalmente llega a los lóbulos frontales, cuya activación produce la sensación de recompensa o gratificación. Por lo visto, la música implica sutiles violaciones en el ritmo pero debido a que sabemos por experiencia que la música no supone ninguna amenaza, estas violaciones son identificadas por los lóbulos frontales como fuente de placer. Algo parecido a una pequeña inyección de adrenalina. Por otra parte, las expectativas que tenemos nos colocan en un estado de anticipación, la cual, cuando se cumple, actúa como recompensa.
Más beneficios…
Asimismo, la música tiene la habilidad de invocar recuerdos, imágenes (que pueden ser reales, metáforas o manifestaciones de nuestro inconsciente), de proyectarnos en el futuro, fomentar la inspiración y hasta de cambiar sensaciones físicas en nuestro cuerpo. Una tensión en la nuca puede verse aliviada en cuestión de minutos cuando escuchamos una canción relajante. También puede beneficiar nuestra respiración, y a través de ella, inducirnos en un estado de relajación, que a su vez, mejorará nuestro estado de ánimo.
La música dice mucho sobre nosotros…
A través de nuestros gustos musicales podemos aprender mucho sobre nuestro “yo emocional”. Para algunos, la música se puede convertir en un medio de expresión, aunque no necesariamente sepamos cantar o tocar algún instrumento. La música nos permite dar voz a impulsos de agresión, rebeldía, o deseos sexuales por ejemplo que de otra forma quizás no nos atreveríamos a sentir. Darnos cuenta del tipo de música que nos remueve más por dentro puede ser una pista para entender emociones reprimidas u subyacentes.
La música es terapéutica:
La música es una estrategia efectiva para el manejo de nuestras emociones. Podemos decidir activamente escuchar un determinado tipo de música que anticipamos desencadenará emociones que queremos o necesitamos sentir en un momento concreto. Si nos sentimos perezosos y desmotivados, escuchar canciones energéticas puede ayudarnos a restaurar nuestro estado de ánimo y energía. También, escuchar una canción que refleje nuestro estado de ánimo es terapéutico ya que nos ayuda a conectar mejor con nuestras emociones al sentirnos identificados. Así, por ejemplo una canción triste cuando nos sentimos nostálgicos o deprimidos es beneficioso porque de alguna forma valida nuestra experiencia interna. La música también nos puede proveer de una sensación de mayor poder.
Y finalmente, escuchar tan sólo 15 segundos de música influencia el modo en que interpretamos las expresiones faciales de los demás. Un estudio llevado a cabo por Logeswaran et al. (2009) demostró que escuchar música alegre hacía que los participantes percibieran las expresiones de los demás como más postivas mientras que si la canción tenía un tono melancólico, se interpretaban más negativamente.
por Jasmine Murga
Fuente:
http://www.spring.org.uk/2013/09/10-magical-effects-music-has-on-the-mind.php
http://psychcentral.com/lib/music-how-it-impacts-your-brain-emotions/00017356
Excellent article!
well done!
Thank you Tahere! 🙂
Muy interesante el artículo y el concepto de «experiencia sinestésica». Sinestesia es una palabra que tiene su raíz en el griego; «sin» significa «unión» y «estesia» significa «sensación»; es decir, unión de sensaciones. Para personas como yo que disfrutamos la música intensamente es un regalo poder experimentarlo.
Gracias por el art´´ic
Gracias por tu comentario PetitCochon 🙂