1) Dejamos que nuestros «fracasos» se apoderen de nuestras decisiones futuras.
Hay una chica que te gusta mucho. Va a tu clase y no paras de mirarla. Te gustaría hablar con ella, invitarla a dar un paseo… en definitiva saber más de ella para ver si puedes acabar siendo su novio. Sin embargo, te acuerdas de aquella vez en que una chica te miró con cara de asco cuando le invitaste a tomar una copa en la discoteca.
Ese hecho ha quedado grabado en tu memoria y piensas que todos tus intentos por relacionarte con otras chicas van acabar de la misma manera… y no quieres pasar por ese trago una segunda vez, así que te limitas a seguir mirándola y sabes que nunca será tuya.
2) Seguimos a la multitud.
Es más fácil no tener que tomar una decisión y dejarnos arrastrar por la corriente. Simplemente seguimos el «banco de peces» sin detenernos a preguntar: «¿Es esto lo que realmente quiero hacer?»
¿Qué pasa si cambias de opinión? ¿Y si tus experiencias han cambiado de alguna manera tu perspectiva de la vida? Nadie promueve el «ir contra la corriente». Tomamos la ruta más fácil en lugar del camino menos transitado. Nos han condicionado de esa manera.
3) Siempre nos mantenemos en la zona segura.
Al crecer, nos dijeron que podíamos ser cualquier cosa que quisiéramos… pero sólo si éramos cuidadosos y cautelosos.
Nuestro entusiasmo de hacer algo nuevo y tal vez un poco peligroso es justo lo que necesita nuestra psique.
4) No tenemos ninguna esperanza.
La vida tiene cosas maravillosas, pero también existe la confusión, el odio y la animosidad. Existen generaciones enteras en determinados países que no tienen casi esperanza en lograr un buen futuro.
Sin embargo, tienen que saber que también existen muchas personas en su misma situación que salieron hacia adelante. Tienen que buscar un modelo a seguir e imitar sus pasos. Solo así podrán hacer crecer la planta de la esperanza.
5) No escuchamos a nuestro corazón.
Nuestro corazón pide que le escuchemos para tratar de encontrar lo que alimenta nuestras almas y para mejorar las vidas de los demás en todo lo que podamos.
6) Dejamos muchos proyectos a medias.
Nos damos por vencidos a las primera de cambio porque es difícil y no tenemos ninguna garantía de éxito. Nos lavamos las manos de cualquier responsabilidad y nos excusamos diciendo, «Hice lo que pude … simplemente no funcionó».
7) Nos olvidamos de nuestro «por qué».
La mayoría de nosotros no nos comprometemos con algo a menos que creamos que vamos a tener éxito. Tiene que haber una posibilidad de lograr lo que queremos alcanzar. Nos olvidamos de las razones que nos impulsaron a querer lograr nuestro objetivo.
Te dejo con un vídeo que te invita a pensar en tus porqués:
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Buenas reflexiones en un Domingo am para aprender y evolucionar (+) mente… Gracias David!
excelente , gracias
Hermoso todo estas explicaciónes .gracias desde Ecuador