Sin más preámbulos os vamos a dejar 9 maneras que tiene la mente de jugar con nosotros.
1. Repetición de palabras.
¿Sabes que si repites mucho las mismas palabras pierden su significado? Al hacerlo empieza a sonar como algo que no tiene sentido. Probadlo y veréis que es cierto. Ese fenómeno se conoce como saciedad semántica: al repetir un término, las neuronas que lo procesan se fatigan y la palabra se percibe extraña, casi como si fuese ajena.
2. Errores ortográficos.
Cuando estás escribiendo, tu mente te dificulta que puedas detectar tus propias faltas ortográficas. Es capaz de hacerte entender palabras cuyas letras no están bien colocadas: ‘cmoo stass’.
Es cierto que ayuda a la lectura pero dificulta la corrección. Nuestro cerebro usa el contexto para completar huecos y mantiene el patrón global de la palabra, lo que explica por qué podemos leer textos con letras desordenadas pero se nos escapan los fallos al revisar.
3. Invención.
A veces nuestros recuerdos son distorsionados y estamos convencidos de haber vivido situaciones que nunca se han llegado a producir.
Estos falsos recuerdos es el precio que pagan los seres humanos para conseguir una gran creatividad. A este fenómeno se le llama criptoamnesia cuando atribuimos como propias ideas que en realidad escuchamos antes; la memoria es reconstructiva, no una grabación fiel.
4. Mente y horóscopos
Los horóscopos tienen la propiedad de adaptarse a cualquier tipo de personas. Dicen cosas genéricas y pensamos que están dirigidos específicamente a nosotros.
Un experimento realizado por el profesor Bertram Forer consistía en dar a sus alumnos una descripción individual sobre sí mismos que debían valorar. Luego quedaron completamente impresionados cuando descubrieron que la descripción era la misma para todos. Este efecto Forer funciona porque las afirmaciones son vagas, positivas y aplicables a casi cualquiera.
5. Manipulación de los sentidos.
La mente también es capaz de afectar a los sentidos. Puede hacernos ver, oír y oler cosas que realmente no se encuentran a nuestro alrededor. Esto se llama alucinación y, a diferencia de lo que puedas creer, es posible experimentarla utilizando todos los sentidos del cuerpo. También existen ilusiones: percepciones erróneas provocadas por el contexto sin que haya patología.
6. Manipulación del sabor según el color.
La mente tiene un comportamiento curioso con el color.
Se hizo un estudio muy interesante en el que se le daba de comer bístec a los voluntarios pero con colorante azul. Cuando lo probaban a oscuras estaba buenísimo pero, cuando se daba la luz y veían su aspecto, algunos se iban a vomitar. El color configura expectativas y modula el sabor percibido por integración multisensorial.
7. Dolor.
Tu mente es capaz de hacerte sentir dolor aunque físicamente no lo tengas. Cuando vemos a alguna persona que siente dolor en alguna caída catastrófica, nuestra propia mente recreará el efecto como si lo sintiéramos nosotros mismos. La empatía activa redes cerebrales del dolor vicario y explica sensaciones intensas al observar accidentes.
8. Efecto de ceguera inducida por movimiento.
La mente es capaz de ignorar cierta información aunque la tengamos delante. En la siguiente imagen, si fijamos la vista en el punto verde, veremos como los puntos amarillos van desapareciendo.
9. Ideas
Es capaz de engañarnos para que nos atribuyamos ideas que en realidad no son nuestras. Puede darse el caso de que le cuentes una historia a una persona aunque haya sido ésta misma quien te la contó originalmente. A esto contribuye la misatribución de la fuente y la ya citada criptoamnesia.
Más juegos de la mente: sesgos cotidianos que distorsionan

- Spotlight effect: sobreestimamos cuánto nos observan y juzgan los demás.
- Third-person effect: creemos que los otros son más influenciables por los medios que nosotros.
- Status quo bias: preferimos mantener las cosas como están aunque el cambio sea mejor.
- Survivorship bias: vemos éxitos y olvidamos fracasos, sacando conclusiones sesgadas.
- Efecto Zeigarnik: recordamos más lo incompleto que lo terminado.
- Ikea effect: valoramos más lo que construimos nosotros mismos.
- Pessimism bias: sobrestimamos la probabilidad de eventos negativos.
- Framing effect: la decisión cambia según cómo se presente la información.
- Declinism: pensamos que el pasado fue mejor y el futuro peor sin evidencias sólidas.
- Sunk cost fallacy: seguimos invirtiendo por lo ya gastado, no por lo que realmente conviene.
- Gambler’s fallacy: creemos estar «debidos» a ganar tras pérdidas consecutivas.
- Google effect: confiamos tanto en buscar que olvidamos más rápido.
- Curse of knowledge: nos cuesta recordar cómo era no saber algo y explicarlo claro.
- Self-serving bias: éxitos a nuestra habilidad, fracasos a factores externos.
- Error fundamental de atribución: juzgamos a otros por rasgos, ignorando el contexto.
- In-group favoritism: favorecemos a los de nuestro grupo y subestimamos a los demás.
- Blind spot bias: creemos que tenemos menos sesgos que el resto.
Cuando aparecen los «y si…»: rumiación, culpa y presente
Los «y si…» surgen cuando revisamos decisiones a posteriori sabiendo el desenlace. En momentos de malestar o duelo, se multiplican: «y si le hubiera dicho te quiero», «y si hubiese llegado antes». No podemos cambiar ciertos hechos; castigarnos añade culpa sin utilidad.
Lo que sí está en nuestras manos es vivir el ahora: expresar afecto cuando lo sentimos, pedir perdón, crear momentos conscientes. Al practicar presencia y autocompasión, los «y si…» pierden fuerza y cicatrizan antes las heridas.
Cómo recuperar el control: 4 perfiles mentales y 7 prácticas
Crítico interior
Se alimenta de inseguridades, comparaciones y expectativas. Puede conducir a pesimismo, ansiedad o depresión si no se cuestiona su narrativa.
El preocupado
Visualiza catástrofes; a menudo nace de traumas pasados. Su objetivo es proteger, pero sobrerreacciona y agota.
Reactor o alborotador
Impulso, ira y dolor ante disparadores emocionales; requiere ampliar la ventana de tolerancia y postergar respuestas.
Privador de sueño
La mezcla de pensamientos intrusivos nocturnos mantiene el insomnio. Rutinas y higiene del sueño ayudan a desactivarlo.
- Ser consciente: observa el pensamiento como evento mental, no como realidad.
- Nombrar lo que ocurre: «mi mente está anticipando»; separa estímulo y reacción.
- Racionalizar el miedo: contrasta evidencias y probabilidades reales.
- Borrar y reemplazar: detecta el patrón negativo y sustitúyelo por uno útil.
- Agradecimiento: orienta la atención a recursos y logros presentes.
- Meditación y mindfulness: entrenan atención y reducen la reactividad al dolor y al estrés.
- Elegir el esfuerzo: la disciplina cotidiana consolida el cambio mental.
El poder (y sus límites): dolor, placebo, percepción y contexto
El dolor es real, pero su intensidad la modula el cerebro: expectativas, miedo y atención lo amplifican o reducen. En el miembro fantasma, técnicas como la caja de espejo engañan al cerebro para aliviar sensaciones en extremidades ausentes.
El efecto placebo muestra cómo la expectativa positiva cambia síntomas en múltiples condiciones. Aun así, la mente no sustituye a tratamientos médicos en enfermedades graves; sí puede apoyar con mejor adhesión, afrontamiento y calidad de vida.
La percepción es una construcción: el color, el tiempo o el sabor dependen del contexto. Animales como las serpientes detectan infrarrojo que nosotros no vemos; existen realidades fuera de nuestro alcance sensorial.
También influyen sesgos sociales: la exposición continua a malas noticias crea la impresión de pérdida de empatía general, aunque sea efecto de selección informativa. Y hay patrones curiosos como el llamado efecto cumpleaños, con picos de mortalidad alrededor de esa fecha en algunos registros, quizá por «aguantar» hasta el día y relajarse después.
En la era digital, proliferan respuestas culturales a la falta de concentración y la fatiga mental: tendencias como «rawdogging» (hacer tareas sin distracciones para entrenar la atención), la dificultad para estar a solas (hasta preferir pequeños estímulos incómodos antes que el silencio), o actitudes de apatía ante presión excesiva que recuerdan a la indefensión aprendida. Todas ellas revelan cómo el entorno moldea nuestra mente y cómo, conscientes de ello, podemos rediseñar hábitos más saludables.
La mente es poderosa y falible. Comprender sus trucos nos permite decidir mejor, sufrir menos y aprovechar su potencial sin olvidar sus límites biológicos y la ayuda insustituible de la ciencia cuando hace falta.
