¿Puede el contacto visual sostenido inducir un estado alterado de conciencia sin sustancias? La evidencia sugiere que sí: una combinación de atención focalizada, luz tenue y expectativa mínima puede desencadenar fenómenos perceptivos y emocionales inusuales cuando dos personas se miran a los ojos durante un periodo breve pero intenso.
El psicólogo italiano Giovanni Caputo, de la Universidad de Urbino, ha descubierto una manera muy curiosa de conseguir que otra persona llegue a otro nivel de conciencia sin hacer uso de ninguna droga.
Las pruebas realizadas por Caputo tuvieron la participación de 20 voluntarios adultos (15 mujeres y 5 hombres).
Los colocaron sentados por parejas en una habitación con luz tenue y a un metro de distancia el uno del otro. Lo único que tenían que hacer era mirar a los ojos de la persona que estaba sentada delante durante 10 minutos.
Los voluntarios no conocían el propósito de la investigación. Solo sabían que debían mirarse fijamente entre sí durante 10 minutos.
Después de 10 minutos, los participantes tuvieron que responder a una serie de preguntas relacionadas con lo que sintieron durante y después de la experiencia.
La investigación trataba de averiguar si los participantes tuvieron síntomas disociativos, que son los que hacen que una persona se sienta desconectado de la realidad que le rodea. Todo esto puede ser causado por drogas como el alcohol, el LSD y la ketamina.
Gracias al estudio de Caputo sabemos que estos síntomas también puede ser causados cuando una persona mira fijamente a una persona durante 10 minutos sin entender el motivo de porqué la está mirando.
Los participantes del experimento informaron que habían percibido nuevas sensaciones que nunca habían tenido antes.
Podemos inferir que mirar largo rato y de forma ininterrumpida a los ojos de otra persona puede afectar a nuestro estado de la percepción visual y mental.
Christian Jarrett, editor de la Sociedad Británica de Psicología, también aportó más datos de los resultados del estudio. Dijo que los participantes reportaron cambios en la percepción de los colores, los sonidos e incluso cambios en sus nociones de tiempo y espacio.
En cuanto a la percepción de las caras de las personas, el 90 % de los participantes también reportó cambios en los rasgos faciales. De éstos, el 75 % dijo que habían visto monstruos, el 50 % dijo que vio rasgos de su propio rostro en la cara de la otra persona y el 15 % dijo que vio rostros de miembros de su familia.
El experimento del espejo.

Cinco años antes de este experimento, Caputo realizó una prueba similar con 50 voluntarios que tenían que mirarse a sí mismos en un espejo durante 10 minutos.
En esta prueba, incluso antes del primer minuto, los voluntarios tuvieron la sensación de que se encontraban ante un extraño.
¿Qué te parecen los resultados de este experimento? ¿Has tenido alguna vez alguna experiencia de este tipo? Déjanos tu comentario.
Fuente: Science Alert
Imágenes: Shutterstock
¿Por qué ocurre? Mecanismos perceptivos y adaptación neuronal
La literatura científica sugiere que estos efectos combinan privación sensorial parcial (luz tenue, estímulo constante) con adaptación neuronal: cuando un estímulo no cambia, las neuronas sensoriales reducen su respuesta y el cerebro “rellena” con patrones internos. De ahí surgen ilusiones faciales extrañas, sensaciones de despersonalización y la impresión de “vacío”. Este patrón se observó tanto al mirar a otra persona como al contemplar el propio rostro en un espejo.
Caputo también comparó condiciones con grupo de control, en las que algunos voluntarios miraban una pared durante el mismo tiempo. Quienes sostuvieron la mirada con otra persona reportaron más alucinaciones y disociación que los controles, reforzando la idea de que la interacción ojo a ojo potencia estos fenómenos.
Efectos en la mente: atención, memoria y tiempo óptimo de la mirada

Miradas directas capturan la atención y saturan recursos cognitivos. Investigaciones con tareas verbales muestran que el contacto visual puede interferir con la memoria de trabajo, la imaginación y el control mental, sobre todo cuando la tarea lingüística es exigente. Por eso, muchas personas desvían la vista para concentrarse mejor o recordar palabras precisas.
También se ha explorado la duración confortable del contacto visual: promedios cercanos a pocos segundos suelen resultar agradables, y periodos mucho más largos generan incomodidad en la mayoría. Aun así, en contextos controlados, 10 minutos de mirada sostenida permiten observar los efectos perceptivos descritos en laboratorio.
La mirada, además, puede producir una “fusión parcial” del yo y el otro: tendemos a percibir a quien nos mira como más similar a nosotros, lo que favorece empatía y afinidad. Este fenómeno ayuda a explicar por qué algunos encuentros silenciosos pueden sentirse tan intensos.
Atracción, pupilas y el lenguaje silencioso de los ojos

El contacto visual prolongado activa procesos sociales sutiles como el mimetismo pupilar: las pupilas pueden dilatarse y contraerse en sincronía. Parte de este efecto podría explicarse por cambios de luminosidad en la escena, aunque la dilatación también se asocia a interés o activación y puede aumentar la percepción de atractivo. No es casual que históricamente se hayan buscado pupilas más dilatadas como signo de encanto.
Más allá de las pupilas, los músculos alrededor de los ojos transmiten emociones complejas, y rasgos como los anillos limbares se vinculan con señales de juventud y salud. De hecho, se ha dicho que los ojos son la única parte de nuestro sistema nervioso directamente expuesta al mundo, lo que refuerza su poder comunicativo.
Cultura, evolución y el “sexto sentido” de sentirnos observados

El significado del contacto visual es culturalmente dependiente: en contextos occidentales suele asociarse con sinceridad y atención, mientras que en otras culturas una mirada intensa puede percibirse como desafiante. Evolutivamente, la gran esclerótica visible humana facilita detectar con rapidez la dirección de la mirada incluso con visión periférica, clave para cooperación y supervivencia.
Además, tendemos a sobreinferir que nos están mirando: como señal potencial de dominio o amenaza, el cerebro prefiere pecar por exceso. Sesgos atencionales y confirmatorios contribuyen a esa sensación de “me están mirando”, y pequeños indicios posturales o del entorno pueden dispararla.
Empatía, arte, hipnosis y ejercicios con la mirada
Experimentos sociales han mostrado que mirarse a los ojos durante pocos minutos puede reducir prejuicios y aumentar la cercanía emocional. Iniciativas por parejas entre desconocidos —incluyendo encuentros entre ciudadanos locales y refugiados— evidencian que la mirada sostenida favorece empatía y diálogo. En arte, performances centrados en el encuentro ojo a ojo han provocado catarsis emocional en participantes sin mediar palabras.
Históricamente, se han propuesto técnicas de mirada fija en contextos de hipnosis: sostener la mirada mientras se introducen sugerencias verbales puede facilitar estados de alta sugestionabilidad. No obstante, conviene distinguir entre fenómenos perceptivos (como los observados por Caputo) y narrativas pseudocientíficas antiguas (p. ej., “magnetismo animal”), cuya validez no se sostiene con los criterios actuales.
Una consideración final de seguridad: si decides probar un ejercicio de mirada con alguien, hazlo en ambiente cómodo y consensuado, con luz suave y posibilidad de detenerse si surge malestar. La experiencia puede ser poderosa, pero no es un juego; es un acceso directo a nuestra arquitectura social y percepción.
La interacción ojo a ojo combina biología, cultura y contexto para modular atención, emoción y sentido del yo. Diez minutos bastan para revelar hasta qué punto la mirada es un catalizador de nuestra conciencia compartida.


