12 Poemas del barroco que no puedes dejar de leer

Se considera “barroco” al período de XVII a VXIII en donde hubo un cambio cultural en la forma de admirar y percibir el arte en cualquiera de sus formas, es decir, tanto la literatura, como la escultura, música, teatro o poesía.

En esta ocasión, hemos querido hacer hincapié en la poesía barroca, trayéndoles algunos de los poemas del barroco que más repercusión tuvieron en aquellas épocas y que aún en la actualidad siguen gozando de popularidad.

Básicamente, en este período posterior al arte renacentista, el hombre se centra en crear arte que refleje el desengaño y pesimismo como una forma de ver la vida, es decir, los artistas se inspiraban de la idea de que el mundo estaba lleno de falsas ilusiones. Donde en España, el país más destacado del movimiento, el fracaso llegó al imperio y acabó con la monarquía de los últimos reyes de la casa de Austria (Felipe IV y Carlos II).

Te mostramos estos 12 Poemas del Barroco

En la poesía barroca se abarcó una gran cantidad de temas que por primera vez fueron escritos de forma lírica. A pesar de que el “amor” también era un tema común de esta época, los artistas se centraron más en los temas sociales, religiosos y filosóficos.

Entre los poetas más destacados del barroco, podemos encontrar a Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Giambattista Marino, Andreas Gryphius, Daniel Casper Von Lohenstein, Jean-Baptiste Poquelin, Pedro Calderón de la Barca, Tirso Molina, Torquato Tasso, John Milton, Gregório de Matos Guerra, Bento Teixeira y mucho otros más.  Sin embargo, a continuación te mostraremos algunos de los mejores poemas del barroco.

1. Es hielo abrazador, es fuego helado

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, éste es tu abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

Autor: Francisco de Quevedo

2. Detente sombra…

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

Autor: Sor Juana Inés de la Cruz

3. Un soneto me manda hacer Violante

Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto,
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto,
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo y aun sospecho
que voy los trece versos acabando:
contad si son catorce y está hecho.

Autor: Lope de Vega

poemas del barroco

4. A las flores

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos, horas fueron.

Autor: Pedro Calderón de la Barca

5. A un pintor flamenco, mientras pintaba su retrato

Hurtas mi vulto y, cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en las colores que sediento bebe,

vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro lo imagino,
a quien, ya etéreo fuese, ya divino,
vida le fió muda esplendor leve.

Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.

Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.

Autor: Luis de Góngora

6. A un hombre de gran nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Autor: Francisco de Quevedo

7. Cuando pienso cómo mi luz se agota

Cuando pienso cómo mi luz se agota
Tan pronto en este oscuro y ancho mundo
Y ese talento que es la muerte esconder
Alojado en mí, inútil; aunque mi alma se ha inclinado
Para servir así a mi Creador, y presentarle
Mis culpas y ganar su aprecio
¿Qué trabajo el mandaría ya que me negó la luz?
Pregunto afectuosamente. Pero la paciencia, para prevenir
Ese murmullo, pronto responde: “Dios no necesita
Ni la obra del hombre ni sus dones: quienes mejor
Soporten su leve yugo mejor le sirven. Su mandato
Es noble; miles se apresuran a su llamada
Y recorren tierra y mar sin descanso.
Pero también le sirven quienes solo están de pie y esperan.

Autor: John Milton

8. Estancias Galantes

Deja que te desvele Amor ahora.
Con mis suspiros déjate inflamar.
No duermas más, criatura seductora,
Pues es dormir la vida sin amar.

No temas. En la fábula amorosa
se hace más mal del mal que se padece.
Cuando hay amor y el corazón solloza,
el propio mal sus penas embellece.

El mal de amor consiste en esconderlo;
para evitarlo, habla en mi favor.
Te da miedo este dios, tiemblas al verlo…
Mas no hagas un misterio del amor.

¿Hay más dulce penar que estar amando?
¿Puede sufrirse una más tierna ley?
Que en todo corazón siempre reinando,
reine amor en el tuyo como rey.

Ríndete, pues, oh, celestial criatura;
cede mandato del Amor fugaz.
¡Ama mientras perdure tu hermosura,
que el tiempo Pasa y no regresa más!

Autor: Jean-Baptiste Poquelin (Moliere)

9. Compara su amada a la aurora

Cuando sale la Aurora y su faz mira
en el espejo de las ondas; siento
las verdes hojas susurrar al viento;
como en mi pecho el corazón suspira.

También busco mi aurora; y si a mí gira
dulce mirada, muero de contento;
veo los nudos que en huir soy lento
y que hacen que ya el oro no se admira.

Mas al sol nuevo en el sereno cielo
no derrama madeja tan ardiente
la bella amiga de Titón celoso.

Como el dorado rutilante pelo
que orna y corona la nevada frente
de la que hurtó a mi pecho su reposo.

Autor: Torquato Tasso

10. Los vicios

Yo soy aquel que en los pasados años
cantaba con mi lira maldiciente
torpezas del Brasil, vicios y engaños.

Y bien que os descanté tan largamente,
canto de nuevo con la misma lira,
el mismo asunto en plectro diferente.

Y siento que me inflama y que me inspira
Talía, que es ángel de mi guarda
desque a Febo mandó que me asistiera

Autor: Gregório de Matos Guerra

11. A un altar de Santa Teresa

La que ves en piedad, en llama, en vuelo,
ara en el suelo, al sol pira, al viento ave,
Argos de estrellas, imitada nave,
nubes vence, aire rompe y toca al cielo.

Esta pues que la cumbre del Carmelo
mira fiel, mansa ocupa y surca grave,
con muda admiración muestra süave
casto amor, justa fe, piadoso celo.

¡Oh militante iglesia, más segura
pisa tierra, aire enciende, mar navega,
y a más pilotos tu gobierno fía!

Triunfa eterna, está firme, vive pura;
que ya en el golfo que te ves se anega
culpa infiel, torpe error, ciega herejía.

Autor: Pedro Calderón de la Barca

12. La desgracia del forzado

La desgracia del forzado,
Y del corsario la industria,
La distancia del lugar
Y el favor de la Fortuna,
Que por las bocas del viento
Les daba a soplos ayuda
Contra las cristianas cruces
A las otomanas lunas,
Hicieron que de los ojos
Del forzado a un tiempo huyan
Dulce patria, amigas velas,
Esperanzas y ventura.

Vuelve, pues, los ojos tristes
A ver cómo el mar le hurta
Las torres, y le da nubes,
Las velas, y le da espumas.

Y viendo más aplacada
En el cómitre la furia,
Vertiendo lágrimas, dice,
Tan amargas como muchas:
¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

«Ya no esperen ver mis ojos,
Pues ahora no lo vieron,
Sin este remo las manos,
Y los pies sin estos hierros,
Que en esta desgracia mía
Fortuna me ha descubierto
Que cuantos fueron mis años
Tantos serán mis tormentos.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?
Velas de la Religión,
Enfrenad vuestro denuedo,
Que mal podréis alcanzarnos
Pues tratáis de mi remedio.

El enemigo se os va,
Y favorécele el tiempo
Por su libertad no tanto
Cuanto por mi cautiverio.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?
Quedaos en aqueas playa,
De mis pensamientos puerto;
Quejaos de mi desventura
Y no echéis la culpa al viento.

Y tú, mi dulce suspiro,
Rompe los aires ardiendo,
Visita a mi esposa bella,
Y en el mar de Argel te espero.»
¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

Autor:Luis de Góngora

Esperamos que estos poemas del barroco hayan sido de tu agrado. Al igual que si conoces algún otro poema que deseas compartir, te invitamos a usar los comentarios.


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