La vuelta a las aulas suele traer de cabeza a muchas familias: en septiembre y octubre se observa un repunte de consultas de psicología y psiquiatría infantil de hasta un 25%, una tendencia que los especialistas atribuyen al cambio de rutinas, a nuevas exigencias académicas y a la vida social del colegio.
La mayoría de menores se ajusta al ritmo escolar en un margen de 2 a 4 semanas. Durante ese tiempo, los expertos animan a normalizar emociones como el nerviosismo, hablar del tema con naturalidad y convertir el regreso en una experiencia motivadora, apoyándose en rutinas de sueño, comida y uso de pantallas más ordenadas.
Un repunte de consultas y cómo facilitar la adaptación

Profesionales de referencia señalan que, desde la pandemia, las familias consultan antes y con menos estigma, y que muchos casos llegan con ansiedad o ánimo bajo. Convertir el inicio de curso en un proceso progresivo ayuda: acostarse y levantarse algo más pronto, preparar materiales con tiempo y hablar de los reencuentros con amigos y profesorado.
Otra pauta efectiva es reintroducir hábitos de sueño, comidas y pantallas de forma gradual antes de que empiecen las clases. El papel de madres y padres pasa por acompañar emocionalmente: escuchar sin minimizar el malestar, no ocultarlo y ofrecer herramientas para gestionarlo, evitando caer en la sobreprotección.
Señales de alarma tras un mes de clase

Si pasado un periodo razonable —aproximadamente cuatro semanas— persisten ciertos signos, conviene valorar una consulta con un especialista. Entre las señales que más preocupan están las quejas físicas sin causa médica y los cambios llamativos de conducta.
- Dolor de barriga o de cabeza recurrente sin explicación médica.
- Irritabilidad, llanto fácil o actitud marcadamente desafiante.
- Alteraciones de sueño o apetito que se prolongan.
- Aislamiento o pérdida de interés por jugar y socializar.
- Dificultades de atención, aprendizaje o conductas problemáticas que interfieren en el día a día.
En estas situaciones, la intervención temprana puede prevenir que el malestar se cronifique. Los motivos que con más frecuencia conducen a consulta en este periodo incluyen ansiedad, miedos, tristeza persistente, irritabilidad, y también dificultades sociales o de rendimiento escolar.
Pantallas, redes y relaciones: qué vigilar en casa y en el aula
Los especialistas advierten que el exceso de pantallas en edades tempranas puede afectar el desarrollo del lenguaje y las habilidades sociales; en preadolescencia y adolescencia preocupa el uso inadecuado de redes, con impacto en autoestima y estado de ánimo. En paralelo, el acoso sigue siendo un reto: informes recientes estiman que en España hubo centenares de miles de casos de bullying y ciberbullying en el último año.
Para reducir riesgos, es útil trabajar la asertividad y los límites con ejemplos claros. Algunas fórmulas que los menores pueden practicar son frases como “preferiría no hacerlo”, “no me siento a gusto” o “gracias, esto no va conmigo”. El entrenamiento en casa con juegos de rol ayuda a aprender a presentarse, pedir ayuda, decir que no y expresar lo que no les gusta.
Además, conviene reforzar la empatía, la comunicación efectiva y la resolución de conflictos. Madres y padres funcionan como modelos: su manera de escuchar, poner límites y gestionar desacuerdos es una guía práctica y visible para sus hijos.
- Escuchar y validar cómo se sienten, sin justificar conductas inadecuadas.
- Fomentar la autonomía con responsabilidades ajustadas a su edad.
- No proyectar expectativas ni forzar encajar o destacar socialmente.
- Trabajar la tolerancia a la frustración y metas realistas.
- Evitar la sobreprotección, que limita la resiliencia.
- Regular el uso de pantallas para cuidar atención, sueño y estado de ánimo.
Con rutinas razonables, acompañamiento emocional y vigilancia de señales de alerta, el arranque del curso puede vivirse con más calma. Si las dificultades persisten más allá del periodo de adaptación o generan sufrimiento notable, pedir ayuda profesional es un paso sensato que mejora el bienestar presente y previene problemas futuros.