A través de esta historia quiero lanzar un mensaje de esperanza para todas aquellas personas que sufren a causa de una enfermedad.
Hace 4 meses cumplieron 25 años casados y se fueron a celebrarlo a un restaurante. Sin embargo, no pudieron probar ninguno de los suculentos manjares que les esperaban. Pablo se cayó desplomado a causa de un ataque cerebrovascular.
Juana, su mujer, no se separó de su cama en esos 4 meses. Los médicos le dijeron que lo más probable era que su marido perdería el habla.
Sin embargo, un día, a las 4 de la tarde, su marido estaba echando la siesta. Siempre había roncado. Juana lo miraba con infinito amor y todos los días daba gracias a Dios por poder escuchar esos ronquidos y no habérselo llevado aquel fatídico día.
Juana se levantó y lo sacudió levemente. Llevaba durmiendo más de 2 horas y temía que no pudiera pegar ojo en toda la noche. Pablo no se despertaba. Juana volvió a insistir con un poco más de vehemencia. Pablo se despertó sobresaltado y exclamó: «¡Oh, me has asustado!»
Juana empezó a llorar de alegría mientras lo colmaba a besos. Sus habilidades motoras necesarias para hablar habían regresado.