Empeño y dedicación en tu día a día

Tengo un cuento que ilustra muy bien lo que quiero transmitir:

Érase una vez un Rey enamorado de las vistas de su grandioso palacio. Todos los días salía al balcón de su dormitorio para admirar tanta belleza. Aquella vista le proporcionaba paz y serenidad a su corazón.

Un día decidió que había que reflejar tanta belleza en un lienzo e hizo llamar a los 3 mejores pintores de su extenso reino. A ellos les encargó esta grandiosa tarea.

Los pintores colocaron sus lienzos en el balcón y se dispusieron a observar y analizar dicha vista. A ninguno de ellos le pareció tan magnífica como había proclamado el Rey. 2 de los pintores decidieron acabar rápidamente con este asunto y a media mañana ya habían acabado sus respectivos cuadros.

Sin embargo, el tercer pintor decidió hacer un cuadro insuperable, debía captar la belleza de ese lugar, esa belleza que había captado su Rey, a pesar de que él no la veía por ninguna parte.

Es así como se hizo la tarde y el pintor solo había realizado una pequeña esquinita de su cuadro. Sin embargo, cuando el sol de la tarde empezó a bajar y la luz se volvió más tenue, apareció ante sus ojos un espectáculo tan bello que nunca había visto nada parecido: el sol se reflejó directamente en un pequeño lago y sus reflejos hicieron resaltar pequeñas gotitas de agua suspendidas en el aire que se tornaron de un hermoso color violeta debido a la luz tan tenue del sol. Soplaba una pequeña brisa que hizo que se desperdigaran por el valle y el colorido fue magnífico. Todo el lugar pareció volverse mágico.

Cuando el pintor salió de su asombro empezó a reflejar hasta el más ínfimo detalle de aquel lugar. El resultado final fue un cuadro excepcional. (Cuento de Pedro Pablo Sacristán).

Solo cuando ponemos nuestro mayor empeño y dedicación para hacer algo es cuando logramos cosas grandes. Sin llegar a ser un perfeccionista obsesivo, es necesario que realices tus actividades con esmero, laboriosidad y paciencia. De esta manera marcarás la diferencia.