Tener miedo no es ningún problema, todos tenemos miedo. De no tenerlo estaríamos corriendo demasiados riesgos, que no ayudarían en nada a la prevención y a nuestra calidad de vida. Parece que la conclusión es que tener cierto nivel de miedo no es malo, sino que juega una labor positiva en nuestro desarrollo humano.
El problema, según los profesionales de la salud mental, está cuando este miedo es excesivo; en una escala convencional del 1 al 10, tener 7, 8, 9 ó 10 serían puntuaciones exageradas para poder vivir con cierto nivel de paz y sosiego. Por supuesto que depende de las personas y de los perfiles de cada uno de nosotros, porque tenemos que aclarar que en muchas personas una puntuación de 5 o 6 puede ser considerado como un 7 u 8.Sin embargo, se trata de objetivarlo de alguna manera para tener un punto de referencia.
Todo esto viene a propósito del clima en el que estamos viviendo, que no nos transmite sosiego, paz, tranquilidad y tenemos miedo: miedo a que las cosas vengan peor de lo que realmente están, a quedarnos sin trabajo y a no comer todos los días. Hay un clima que se palpa en el ambiente de la ciudad, en los autobuses, en los colegios y en los hospitales; en las empresas y en los aparcamientos públicos…»casi se puede cortar con tijera» y eso no es bueno ni nos ayuda a controlar un cierto miedo que es necesario como prevención.
Lees la prensa, lees entre líneas, oyes el parte, el telediario, todo te lleva a una excesiva puntuación en la escala de miedos. Tener tanto miedo, palpar tanto nivel de miedo, no es bueno para nada, ni siquiera para salir de esta crisis.
Los humanos que caminamos en el asfalto no somos capaces y responsables para resolver los grandes problemas de las finanzas, pero sí podemos «echar las barbas a remojar cuando vemos las del vecino afeitar».
Dicho esto, tenemos que seguir adelante, con cierta ilusión, con la base de que alguna manera saldremos adelante, de que nuestro trabajo diario es importante y hacerlo de la mejor manera posible y saber que de una manera u otra la crisis pasará, y nosotros seguiremos ahí, haciéndonos cargo de lo que siempre nos ha tocado: pagar, ahorrar, administrar de mejor manera y no tirar las cosas como hasta ahora hemos hecho.
«No hay mal que por bien no venga», esta crisis no puede infectarnos del virus de la impotencia, de la insatisfacción, del pesimismo y de una agresividad en el entorno que no nos conviene para nada.
Toda esa insatisfacción que respiramos en el ambiente hemos de apartarla de nosotros, hemos de activar nuestras defensas personales, afectivas, sociales para no caer en la desesperación, y saber que siempre se sale de una u otra manera de estos ciclos por muy terroríficos que nos los pinten, que no niego que así sean, pero las personas sencillas, de a pie, no podemos hacer mucho más que cumplir con nuestra obligación y serenarnos ante tanta miseria como estamos «tragando» a todas horas.
Vamos a hacer un esfuerzo todos, con cierta ilusión y «a mal tiempo buena cara», qué refranero estoy hoy (señal de poco dinero, decían en mi pueblo). Cierre la tele, oiga la radio, póngase música romántica, lea una novela agradable, ríase, viva con sencillez y disfrute porque tiene vida, familia, una ducha y todos los días comemos y seguimos teniendo trabajo.
¿Sabe cuánto le quiere su gente, sus amigos? Todo esto no es crisis, es real y vale la pena, recuérdelo y no lo eche en saco roto.
Por Emilio Garrido.