Se realizó un experimento con estudiantes despechados para intentar averiguar qué ocurría en sus cerebros y por qué no conseguían olvidar a la persona amada.
Cada participante estaba conectado a una resonancia magnética funcional (IRMf) y se le pidió que mirara una foto de su ex. Después, debía hacer una cuenta atrás durante 7 segundos a partir de un número elevado (por ejemplo, 8.211) para, posteriormente, mirar la foto de otra persona conocida por la que no sentía amor; seguidamente, contaba hacia atrás de nuevo. Este ciclo se repitió varias veces.
Lucy Brown, profesora de neurociencia y neurología en el Albert Einstein College of Medicine, reconoce que no fue una tarea fácil: “Les estábamos pidiendo que miraran la foto de la persona que más quieren y, a la vez, no les dejábamos pensar en ella”, dijo sobre la tarea de conteo hacia atrás, una técnica de distracción diseñada para desviar los recuerdos de la persona amada.
Mientras tanto, los científicos monitorizaban la actividad cerebral durante la exposición a las fotos cargadas de emoción. Las áreas asociadas al dolor por rechazo romántico coincidían con las del dolor físico, el deseo y la adicción (se activaban regiones similares a las que aparecen en el cerebro de las personas con adicciones).
Este experimento ayudó a explicar por qué los sentimientos de angustia son tan difíciles de superar y de regular.
Amores imposibles y amor no correspondido: por qué nos enganchamos
Hay amores que no aportan bienestar y, sin embargo, se enquistan. Cuando no hay reciprocidad (amor no correspondido), insistir se convierte en una fuente de daño: el amor es cosa de dos y no podemos exigir al otro que nos quiera.
Varias dinámicas explican el “enganche”: la idealización (nos enamoramos de la imagen que construimos), el atractivo de lo prohibido que lo convierte en reto, la baja autoestima o rasgos masoquistas que normalizan el sufrimiento, y el temor al compromiso que lleva a elegir relaciones imposibles para evitar vínculos reales.
También es común entrar en un bucle de relaciones imposibles. Si nuestra autoestima depende del logro, “conseguir” a quien no puede corresponder se vuelve una prueba de valía, aunque después se pierda el interés.
Cuando estas dinámicas se repiten, conviene explorar creencias y aprendizajes tempranos: un monopolio emocional (crecer rodeado de angustia o rechazo) puede predisponer a revivir esas emociones en la vida adulta.

El cerebro, la memoria emocional y el dolor del rechazo
En el lóbulo temporal, el hipocampo participa en la memoria declarativa y la amígdala en la memoria emocional. Los recuerdos con gran carga afectiva quedan “anclados”: la amígdala modula al hipocampo mediante neurotransmisores para fijar con más intensidad lo vivido.
Por eso, aunque pase el tiempo, las sensaciones pueden regresar con vividez: palpitaciones, sudoración o nudos en el estómago son activaciones involuntarias de ese circuito. Además, el rechazo activa redes cerebrales similares a las del dolor físico y a las del sistema de recompensa, lo que explica el fenómeno de “abstinencia” emocional.
El tiempo ayuda porque las conexiones sinápticas vinculadas a ese vínculo van perdiendo fuerza. Aun así, la actitud es clave: no siempre se olvida por completo, pero sí se puede superar y recolocar la experiencia.
Factores que lo complican hoy: redes, exceso de opciones y bucles
La era digital deja una huella constante: chats, fotos, perfiles. Revisarlos reabre el circuito emocional y dificulta el duelo. El exceso de información añade ruido y confusión.
Las apps multiplican las opciones y generan parálisis por elección y expectativas irreales. Crece la intolerancia a la frustración, el ghosting y la evitación de conversaciones difíciles, lo que perpetúa vínculos frágiles.
Además, los estilos de apego influyen: el apego ansioso vive la separación como amenaza y busca señales de esperanza, lo que alimenta pensamientos obsesivos.
Estrategias prácticas para soltar sin olvidar tu historia
Antes de actuar, practica autocompasión y valida lo que sientes: no hay plazos universales. Luego, avanza con pasos claros:
- Decisión consciente. Asume que insistir sin reciprocidad te daña. Aplica contacto cero el tiempo necesario: silencia redes, borra chats y evita lugares asociados.
- Cuida tu base. Recupera rutinas, ejercicio y hábitos de descanso. Integra 10 minutos diarios de mindfulness (observa el pensamiento y vuelve a la respiración).
- Reconstruye foco y red. Traza metas personales, rescata hobbies y apóyate en vínculos seguros. Si el bucle persiste, la terapia ofrece herramientas y perspectiva.
Útil añadir dos ejercicios: 1) Inventario de disparadores (objetos, rutas, playlists) y plan para retirarlos o sustituirlos; 2) Diálogo interno guía: “Siento X, y puedo cuidarme haciendo Y”, para desactivar rumiaciones y volver al presente.
